LA VIDA ME ENSEÑÓ

Antonio Navarro: “El día más triste fue cuando murió uno de mis hijos”

El político y aspirante a la alcaldía habla de sus tristezas y alegrías, sus maestros y enseñanzas, y de su orgullo de ser el mejor bailarín de salsa en una pierna que tiene Bogotá.

16 de noviembre de 2018

Antonio Navarro Wolff nació en Pasto, Nariño en 1948. Es ingeniero civil, padre de dos hijos, ha estado dos veces casado y se ha separado igual número de veces. Vive en Bogotá hace 25 años. Fue ex militante del M19, integrante de la Asamblea Constituyente de 1991, ministro, alcalde, senador y precandidato a la alcaldía de Bogotá. Habló con SEMANA.COM sobre las enseñanzas que le ha dado la vida.  

Mayor miedo en este momento: que si soy alcalde de Bogotá no haga una buena alcaldía. Es el último esfuerzo electoral que voy a hacer de ser elegido en un cargo público antes de retirarme y quiero que la última responsabilidad me salga bien. Ese es mi mayor miedo, pero también mi mayor ilusión: poder hacerlo bien.

El día más triste: el día en que se murió uno de mis hijos. Fue hace tres años. Es gravísimo perder un hijo, no he podido superarlo y desde que pasó eso está atravesado ahí. No le deseo a nadie eso. La ley natural de la vida es que los hijos entierren a sus papás y no al revés. Era mi preferido, el amor de mi corazón, y claro, por eso me ha dolido su fallecimiento más todavía. Fue sin duda el más duro, pero hay también otros momentos porque mi vida no ha sido un lecho de rosas. Me torturaron, me tiraron una granada mientras negociaba un acuerdo de paz durante el gobierno de Belisario Betancur y casi me matan, pero como dice mi mamá, que en paz descanse, yerba buena no muere. ¡Me salvé! Quedé hablando así porque se me entró una esquirla en el cuello y, como dicen en Pasto “ese Navarro habla claritico, pero no se le entiende nada”. Luego perdí la pierna. Dicen que tengo una pata de palo, pero no, es de puro hierro. Ya de eso me acostumbré. Además, hoy veo que tiene sus ventajas porque yo me acuesto en la cama y dejo la prótesis a un lado y no me estorba la pierna, en cambio la gente no sabe qué hacer con la otra cuando está acostado.

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El día más feliz: el más importante de todos es el día en que firmé la nueva constitución, el 4 de Julio de 1991. No se me olvida porque hicimos historia. Fue un momento extraordinario porque el país buscó lo mejor para transformar sus instituciones. Pero días felices hay muchos, el día del nacimiento de mis hijos. Un día feliz raro: cuando salí de la Escuela de Caballería donde estuve 21 días colgado de los brazos y me llevaron a la cárcel de la Picota. Yo estaba feliz porque salí de donde me pegaban todas las noches a donde me dejaron tranquilo. Claro que a los dos días la cárcel ya no me parecía tan linda.

Los maestros de mi vida: Muchos profesores durante mi formación como ingeniero. Tuve unos muy buenos y que admiro porque eran grandes, serios y sabían mucho de su tema. También recuerdo a un profesor visitante que me enseñó a programar computadores en Fortran 4. Luego en la vida conocí a Jaime Bateman Cayón, quien era tremendo líder y muy carismático, y a Carlos Pizarro, un hombre de un lenguaje extraordinario. En la última etapa de la vida tengo amigos, en Pasto y Bogotá, que quiero y que admiro.

Una lección de vida: No se si me lo enseñó alguien o la vida misma, pero aprendí que nadie almuerza gratis porque todo lo que uno hace tiene consecuencias. Si uno toma un camino determinado eso tiene consecuencias. Por eso uno no puede estarse quejando de la vida porque ella lo que hace es dar oportunidades y uno se abre paso. En la medida en que actúa bien consigue resultados buenos, y en la medida en que se equivoca también le pasa factura. La vida es lo que uno va haciendo. Yo solo tengo agradecimientos pues con todas sus dificultades enormes, retos y costos, he podido hacer lo que he querido y he sido alguien que ha cosechado lo que ha sembrado.

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Ingeniería o Política: Efectivamente era buen ingeniero, pero cuando descubrí que había una sociedad que había que entender de manera más elaborada, me metí en ese mundo y fui consistente entre lo que pensaba y lo que hice.  Si uno está equivocado pagará las consecuencias, pero hay que hacerlo.  Uno no puede acomodarse ni irse por la línea fácil. Si lo que tiene que hacer es difícil, hágalo. Uno debe atreverse a hacer las cosas que cree que tiene que hacer.

Un lema que siempre sigo: No mirar para atrás ni para coger impulso. Pa’ delante, siempre. El perdón es fundamental. Es importantísimo pedirlo y saber perdonar y ser perdonado. He sido perdonado por lo que hice como miembro del M19.  Una anécdota: trabajé con una persona que participó en el atentado que me hicieron a mí, y yo sabía que él sabía y él sabía que yo sabía, pero ninguno hablaba de eso. Trabajábamos juntos porque estábamos en otra etapa de la vida y perdoné y seguí para adelante. He pedido perdón como 1.500 veces y si tengo que hacerlo de nuevo lo haría porque es necesario. Cuando uno perdona se alivia, se sana. Perdonen y verán que vivirán mejor. Pero también hay que entender que hay unos que no perdonan. Los seres humanos no son todos iguales.

Una lucha interna personal: aunque no parezca era muy tímido pues, como es obvio, yo soy bastante feo, y me daba pena acercarme a las mujeres porque a ellas les gustan los tipos que no son tan feos. Yo luché mucho con la timidez pero me tocó echar para adelante porque qué más podía hacer. A veces se me sale esa timidez de los años juveniles, pero aprendí que al corazón de la mujer se llega por el oído. Así que, aunque hable enredado hay que aprender a hablarles bonito. Hoy puedo decir que soy el mejor bailador de salsa en una pata que tiene Bogotá, para no decir que de Colombia.

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Un consejo para el Antonio Navarro de 30 años: Le diría: hermano, aunque se equivoque sea consistente. Obviamente, si yo hubiera sabido que lo que hice no iba a resolver los problemas del país, sería fácil decir que no me hubiera metido en esos embelecos de la lucha armada. Pero eso era lo que yo veía en el momento después del fraude al general Rojas Pinilla y había que ser consistente.

Que le hace feliz: trabajar, soy obsesivo del trabajo y eso es bueno, por eso me da miedo el retiro, el aburrimiento del pensionado, hay que tener siempre oficio. A veces tengo que decirles a los que se obsesionan mucho con el trabajo que tengan tiempo para la familia porque es bueno trabajar para la sociedad pero los hijos es lo que uno realmente deja. Dedicarles tiempo es importante para que sean buenos ciudadanos y seres humanos.

Qué cambiaría de este país: Muchas cosas, la desigualdad tremenda que existe y mejoraría la educación. Lo dijo Shakira, la educación nos hace iguales y eso es absolutamente cierto. También me gustaría proteger el medio ambiente porque tenemos un país privilegiado en ese aspecto. 

Recuerdos de mis padres: mi papá era extrovertido, hablador, comerciante, agricultor, echado para adelante, y mi mamá un amor. A mi papá lo quiero y respeto, pero a mi mamá la adoro aun después de muerta. Claro que yo era el hijo preferido, el ejemplar, siempre me ponía de referencia frente a los otros. Cuando me volví guerrillero me convertí en el mal ejemplo para la familia. Pero mi mamá me perdonó eso y nunca dejó de visitarme cuando estuve preso.

Lo peor de la cárcel: La compañía. La gente más mala de la sociedad la encuentra uno allá. Y lo mejor de la cárcel es cuando uno sale. Yo pase dos años en prisión, es decir más de 700 días. Cuando uno está preso tiene todo el tiempo para hacer lo que quiere hacer. Nosotros queríamos salir de la cárcel y como yo era el ingeniero me pidieron que hiciéramos un túnel desde el segundo piso, que era algo increíble. Casi sale bien pero nos cambiaron a otro sitio y nos dejaron con el túnel a medio hacer. 

Un temor que no vale la pena: tenerle miedo a la verdad. A eso no hay que temerle. La verdad es la verdad.