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Editorial

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Abraham Ancer.

Abraham Ancer, el primer mexicano que participa en este torneo

Presidents Cup, en busca de un sueño

Fernando de Buen

Esta semana, a partir del jueves dará inicio en Melbourne, Australia, la 13ª edición de la Presidents Cup, torneo inspirado en la Copa Ryder, que enfrenta a los Estados Unidos contra un equipo internacional con excepción de Europa. 

El dominio, hasta ahora, ha sido abrumadoramente favorable a los sobrinos del Tío Sam, quienes han ganado en 11 ocasiones, con una sola derrota y un empate, este como resultado de la decisión de los capitanes Jack Nicklaus y Gary Player en 2003, de no continuar el torneo por falta de luz natural, y evitando que Ernie Els y Tiger Woods —capitanes de sus respectivos equipos en la edición que está a punto de comenzar— regresaran a jugar al día siguiente para definir al campeón.

¿Es posible que el equipo Internacional gane en esta ocasión?

De acuerdo con las estadísticas actuales, las posibilidades de un triunfo internacional son muy remotas, y algunos dirán que sería imposible que así fuera. Como un simple ejemplo, baste mencionar que el mejor jugador de los anfitriones, de acuerdo con el Ranking Mundial de Golf, es el australiano Adam Scott, quien ocupa la posición 18, con el chino Li Haotong en el lugar 65 como el peor clasificado. Los estadounidenses, por su parte, a pesar de la renuncia del número 1 del mundo, Brooks Koepka por lesión, el resto de los jugadores ocupan posiciones entre el cuarto y el 24º lugar de dicha lista. Solo dos de los 12 jugadores del equipo, Rickie Fowler (22º) y Matt Kuchar (24º) están por debajo de los 20 mejores del mundo. El mexicano Abraham Ancer ocupa actualmente el lugar 39.

Dicho lo anterior, efectivamente, parece que el triunfo es una misión imposible para los de casa, pero también vale mencionar que cuando ganaron en 1994 —en el mismo campo sede, Royal Melbourne—, tampoco eran favoritos; de hecho, nunca lo han sido.

Pero vayamos un momento a la longeva Ryder Cup. Vale la pena recordar que, entre 1927 y 1977, se llevaron a cabo 22 torneos, los primeros 19 enfrentando a los Estados Unidos contra la Gran Bretaña, y los últimos tres contra un combinado Gran Bretaña-Irlanda. Estados Unidos ganó 18 de aquellos encuentros, perdió tres y empató uno. De poco les sirvió la anexión irlandesa a los británicos, pues perdieron los tres encuentros en los que jugaron juntos. Ante la previsión de que los resultados no cambiaran en el futuro, Jack Nicklaus propuso que el combinado británico-irlandés se convirtiera en un equipo europeo. A todo el mundo le pareció una buena idea y, desde 1979, se juega de esa forma. En apariencia, ni así cambiarían las cosas, pues en esa edición y las dos subsecuentes, continuó el dominio de la aplanadora yanqui. Sin embargo, a partir de 1985 todo cambiaría radicalmente, para beneficio del torneo y del golf en general. Europa ganó en 85 y 87, empatando en 89, lo que por reglamento les permitió conservar la copa, que devolvieron en el 91 y no pudieron recuperarla en el 93. A partir del 95, los del viejo continente han ganado en nueve ocasiones y perdido en tres, a pesar de que, en ninguna de esas ediciones, han estado en promedio, mejor clasificados que los de Estados Unidos.

De pronto, el conjunto europeo —y hablo del equipo y no de sus miembros— obtuvo en su integración como grupo la estamina que necesitaba para superar a las estrellas americanas. La mística que distingue a los europeos nunca ha sido igualada por sus adversarios, que siempre han visto al golf profesional como un deporte meramente individualista.

De regreso a la Presidents, el equipo Internacional la tiene aún más difícil. Al provenir de prácticamente todos los puntos del planeta —tres australianos, dos sudcoreanos, un sudafricano, un japonés, un chino, uno de Taipei, un canadiense, un chileno y un mexicano— es prácticamente imposible que los jugadores se reúnan antes de la semana del torneo, lo que, sin duda, afecta al espíritu de un equipo que no representan a un país o continente, sino al resto del mundo. No hay una bandera común para cubrir con ella la espalda en caso de una victoria y solo sirve el orgullo de haber vencido a una escuadra notablemente superior.

Ahora bien, para más de la mitad del equipo anfitrión la derrota es tan desconocida como la victoria, pues siete de los 12 integrantes —número sin precedentes en la historia moderna de este torneo— son novatos y participarán en este campeonato por primera ocasión. Sin duda, una apuesta aventurada y riesgosa para el capitán Ernie Els. Después de todo, si volvemos a la estadística, la derrota ya la tienen en la bolsa, pero la victoria podría surgir de la frescura de estos noveles integrantes. Ellos son: Abraham Ancer (México), Li Haotong (China), Pan Cheng-tsung (Taipei), Cameron Smith (Australia), Im Sung-jae (Corea del Sur), An Byeong-hun (Corea del Sur) y Joaquín Niemann (Chile). Los veteranos son Mark Leishman (Australia), Adam Scott (Australia), Hideki Matsuyama (Japón), Louis Oosthuizen (Sudáfrica) y Adam Hadwin (Canadá).

El trabuco yanqui, bajo el mando de Tiger Woods, presentará a cinco novatos: Patrick Cantlay, Xander Schauffele, Bryson DeChambeau, Toni Finau y Gary Woodland. Los veteranos, aparte de Woods quien será capitán y jugador, son Justin Thomas, Dustin Johnson, Webb Simpson, Matt Kuchar, Ricky Fowler y Patrick Reed.

El calendario de eventos será el siguiente:

Jueves, 9:30 a. m. primera ronda-fourball 5 partidos
Viernes, 11 a. m. segunda ronda-foursomes 5 partidos
Sábado, 7 a. m. tercera ronda-fourball 4 partidos
Sábado, mediodía cuarta ronda-foursomes 4 partidos
Domingo, 10 a. m. ronda final-individuales 12 partidos
(los horarios corresponden a la ciudad de Melbourne. Para el centro de México, restar 17 horas).

Las victorias suman un punto cada una y los empates medio punto. El equipo que alcance 15.5 puntos o más será el campeón. A diferencia de años anteriores, no habrá muerte súbita y, en caso de que ambos equipos acumulen el mismo número de puntos, el campeonato se declarará empatado.

Por primera vez en la historia, veremos a un mexicano competir en este incomparable torneo. Abraham Ancer representa al equipo Internacional, pero todos sabemos que dentro de su corazón está tatuada la bandera mexicana. Desde aquí, querido Abraham, la mejor de las suertes.

Por puro corazón, estoy con los Internacionales.
fdebuen@par7.mx